Soledad
La Soledad es una trampa de dulce sabor, y en la lengua se pueden
apreciar los tonos de sus distintas etapas. En la punta te entra un
miedo tremendo, pero en los lados, el amarguito que sale te estremece y
te haces medio fuerte con ella. Atrás, llega un dulzor complicado. Y
es que la costumbre dulce de la soledad, matiza todo cuanto te rodea, y
llega un momento en que estas tan cómoda con su sabor, que ya no quieres
lidiar con compañías, así estas sepan a café, tabaco o ron.
Entonces te entran las esquizofrenias del recuerdo, pues, como
película, suceden ante ti imágenes de un tiempo donde hubo risas,
abrazos, besos con lengua, sí, esa misma lengua donde tienes aparcado el
gusto a soledad. Llegas hasta a escuchar voces, y te entra el gusanito
de la nostalgia. ¡Ahh! ese es otro cariz de la soledad...si te gusta
la nostalgia te fastidiaste ¡de una!. La soledad sabe mucho de
nostalgias, y a propósito de nostalgias, te entrarán unas ganas de
besar, de abrazar, de levantar el puño del teléfono y discar ese número
que nunca te olvidaste. Esto puede sucederte de vez en cuando y de
cuando en vez.
Pero, ¿sabes?...junto con la nostalgia te viene
una emoción. Una muy buena, porque ves a un alguien y te encanta, y te
erotiza, y te imaginas sus besos, solo por verle la risa. Y te seduces
sola, y ahí, entonces ahí, alucinas un poco con todo. Y te acuestas en
la noche, tienes sueño, pero no cedes a Morfeo de inmediato, pues te
llenas de placer al dedicarle un ratito de pensamiento a ese "alguien".
Y a fuerza de tanto pensarlo, te lo sueñas. Y en tus sueños sabe tan
rico a como te lo imaginas en tu día cierto. Y despiertas, y él está
justo en el porche de la puerta de ese nuevo día, recostado de un pilote
de tu mente y te sonríes como idiota mientras sorbes el café.
Ya
entrado el sol, picante, decides abordarle. Y de alguna forma te haces
con la maña de disponer de su atención, pero ocurre algo, se te ha
olvidado besar, crees que ya ni sabes. Tienes los codos anquilosados por
falta de abrazo. Y no logras articular una sola frase que no te haga
quedar como una ridícula. Y te masticas la lengua, y ahí, en medio del
dolor mediano de la mordida, recuerdas a qué sabe la soledad. Una
mezcla de anis costumbre y rúcula con demonios. Y tienes que reconocer
que te encanta. O quizá lo que te encante es ceder a la pereza de la
conquista, porque hace ya mucho tiempo que fuiste conquistada por una
dama que te masturba las ideas más osadas, hasta volveras un líquido
blando que huele a estate quieta. En esa lengua está tu sino. El que
eliges, sin querer, ¿quien sabe?.
La soledad es una amiga
complicada, pero que te entiende de una forma como pocos saben, y como
ella siempre tiene las respuestas para tí, acudes a su encuentro al
final de cada jornada. Y mientras posas la mirada en la pantalla del
ordenador, el alquien está por ahí, analfabeta de todo. De todo.
©Derechos de autor Gnosis Rivera
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