Nuestros hombres

Dibujo de Guy Denning, North Somerset, 1965
Era la mañana de un día normal, como suelen ser los días, normales.  Pero la normalidad es algo tan relativo, como muchas otras cosas en este mundo de calamidades.  Yo estaba en mi página, y revisaba las novedades.  Una imagen aquí, un enunciado acá, leo, leo y leo, hasta que el dibujo de un hombre llegó a mi vista.  Mis ojos se posaron en la imagen y la palabra que habitó mi mente fue HOMBRE ROTO.  Y ya fue tarde. No podía dejar de pensar. Y puedo jurar que en la brevedad del segundo en que las dos palabras llegaron a mi mente, en ese segundo se compilaron ante mi todas las ideas que ahora quiero expresarles.  Porque como les dije antes, no me puedo quedar con estos pensamientos atascados, podrían salir de dentro mío en forma de llanto, angustia o insomnio. O quizá una carcajada neurótica o gotas de compasión en el rostro del hombre que se siente a mi lado, un día cualquiera. Nuestros hombres. Hoy quiero escribirle a nuestros hombres. Sí, el tuyo, el mío, el de ella, el de la amiga tuya y el de la chica que está sentada en el banco de aquel parque. 

Nuestros hombres tienen profundas necesidades. Vienen a este mundo cargados de fuertes e injustos estereotipos. Los hay de todo tipo, desgraciados, deshonestos, chistosos, idiotas, inseguros, arrogantes y un epíteto me lleva al otro, así que puedo parar, pero mejor sigo.  Los hay repletos de bondades. Con defectos, como lo más normal.  Neuróticos y quietos, conciliados y con ruidos. Amorosos y apáticos. Están los valientes y los cobardes. Los que se muestran gallardos y por dentro se cagan.  Los hay con tanto que decir, y hay otros tantos hartos del grito y se decantaron por el silencio.  Los hay de todos los tipos. Pero, ¿sabes algo?...vemos hombres aquí y allá y solemos ver más que nada, rostros. Muchos estan obligados, y quizá sin saberlo, a asumir roles, los que la sociedad les impone, los que la cultura donde les toca vivir, les dice que deben asumir. Que si tienes empleo o no, que si tienes novia o no, que si te gustan las mujeres o no, que andas muy prolijo para ser un macho, que eso de pagar tu parte y yo la mía no es de "caballeros" y una cantidad inagotable de ideas mal concebidas. Pero solo he mencionado algunas "tonterias".

Otras ideas, no tan tontas, le cuestan mucho al hombre. El hombre es fuerte, no solo físicamente, sino que mostrará una actitud fuerte y mientras mas fuerte más macho será.  El hombre tiene que cuidar y proveer.  El hombre tiene que entender, proveer soluciones, ser práctico, tener siempre una respuesta. El hombre tiene que hacerse cargo. Un hombre blandengue no tendrá las mismas oportunidades con las damas que uno que tenga un cuerpo tonificado. Grandes cualidades de muchos hombres terminan en un segundo plano, solo porque las primeras impresiones no agotaron el estandard con el que la sociedad nos enseña a medirlos.  El hombre, igual que las mujeres, tiene miedos, inseguridades, traumas, necesita afecto, que le digan te amo, te extrañé, yo pago, estoy orgullosa de ti, eres lo mejor que me ha pasado, todo estará bien, yo estoy contigo, "ven, sientate y cuéntame", "soy toda oídos".  Los hombres aprecian que dejes todo a un lado y le dediques tu atención.  Los hombres también quieren el café en la cama. Quieren que los sorprendas con un abrazo por la espalda mientras friegan los trastos.  Ellos necesitan una caricia no erótica. También quieren que iniciemos el ritual sexual, no siempre estan de humor para liderar la danza erótica que se da en la intimidad. El hombre quiere pedir opinión, porque no todo lo sabe. El hombre, si cuando niño no aprendió a sentirse amado, igual que una mujer, tendrá problemas de autoestima. El hombre es persona.  


A muchos hombres no les ha quedado de otra que guardarse todo lo que piensan y sienten. Y a diferencia de nosotras, que siempre tenemos otro par donde desahogarnos, no siempre el hombre se abre a un amigo. En muchos casos, el hombre ni sabe que tiene estas necesidades, es infeliz y ni sospecha el origen de esa infelicidad.  Cuántos hombres hay por ahí, rotos por dentro, pero aparentando estar enteros frente a los ojos de la gente. Atendiendo las demandas de sus pares y las mujeres, agotando a la perfección su rol de macho, para luego, tras cerrar las puertas en su intimidad, estar solos y con temor, sentirse incomprendidos, dormir y al otro día empezar el mismo ciclo.  Más adelante, macerar todo con la evasión que le permite algún trago de ron o el ruido estridente del tema de moda en alguna disco.


A tu hombre ámalo. Y has que se entere. ¡Díselo! Los hombres no son adivinos y una mirada esquiva y unos brazos cruzados no son un letrero de "estoy molesta". Déjate de suponer que él sabe las cosas. No supongas. No adivines. Ten conversaciones asertivas con él. Dile lo que piensas y sientas, dale tu opinión. Escúchalo. Frótale la espalda. Báñate con él. Coman de un mismo plato. Recojan juntos la habitación. Queden en un bar y espéralo en la barra.  Llega primero.  Pregúntale por sus sueños, su más grande temor, su placer culposo. Su miedo de infancia, su personaje favorito. Disfruten los silencios. Vayan al cine. Prueben platos nuevos. Rían.  Sean amigos y complices. Dale espacio. No celes tanto. No discutas por pendejadas. Olvida la tapa del sanitario. Si dejas de amarlo, halla la forma de hablarlo, pero no seas tan cobarde como para pensar que el tiempo se encargará. Ni tú ni él se merecen el desamor. Si no te sientes amada, igual busca la forma de hablarlo. Hay hombres que ni se enteran de la infelicidad de su pareja y la relación es de los dos. ¡El no es el gerente general del vínculo!. Conversen.


Nuestros hombres son maravillosos, por eso los hemos elegido. Es bueno que se enteren por qué los elegimos.  Y si no estas lista para amar a un hombre con todo, y cuando digo todo, es todo, mejor déjalo así, o al menos ten el gesto de dejarle saber que solo quieres divertirte.


Gnosis Rivera


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