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Mostrando las entradas de octubre, 2015

Mis utopías

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Soy una ilusa, una idealista, todos los días como tostadas de utopías en el desayuno. Mientras no tenga mi final feliz, me como el cuento ese del amor. Pues me basta con haberlo imaginado para saber que es cierto. Voy corriendo tras los imposibles más posibles. Me apetece morir con la sonrisa en la boca. Con las palmas abiertas, como quien espera recibir, como quien las abre para dar. Prefiero los ambientes abiertos, esos que despeinan el pelo y levantan la blusa. Ya no quiero esconder la belleza de mis ojos tras la sombra del maquillaje. No quiero disfrazar mi aliento con la menta. Quiero vestirme de sueños. Se me antoja que me llamen tonta, poco práctica y nada calculadora. No me adhiero al sistema de que el hombre caza y la mujer se sienta tranquila a la espera del alimento. Se me antoja gritar lo que siento, decir lo que pienso. Me animo a correr riesgos, a darlo todo aunque que me vaya de la mierda. Se me ocurre abrir mis brazos y hacerte un espacio, ahí, donde me

Amar

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Dibujo realizado a lápiz por Maria Zeldis, artista canadiense. Amar al hombre que queda cuando se cierra la puerta.  Cuando las ropas abandonan el cuerpo. Cuando abre el refrigerador intentando dar con un vaso de agua para calmar una sed que va más allá de la garganta.  Amar al hombre cuando ya no hay voces, cuando el silencio hace presencia y los saludos y sonrisas quedan para una audiencia que ya se fue. Amar al hombre quedo, quieto, agotado, cansado. Cuando luce que no queda mucho, pero en verdad sabes que hay demasiado, tanto, que  podrías derrocharlo toda una vida.  Amar su sombra, su duda, su lágrima escondida, pequeña.  Amar sus movimientos involuntarios, su pelo, el grueso de sus dedos, el óvalo de sus uñas, y las pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos.  Amar, incluso, el momento en que no está, ese en que la espera es el alimento de las horas. Amar imaginar tenerlo siempre, a la mañana, a la tarde y a la noche.  Y en la madrugada, amar fundirse en sus ca

Solo les pido un favor...

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Hagamos, por un momento, este ejercicio de imaginación: Usted es una persona que se levanta todos los días de su cama, ha cubierto su cuerpo con una sábana de, al menos, 200 hilos y ha descansado su cabeza sobre una almohada. Cuando se incorpora, coloca sus pies en las zapatillas -o bien se ha quedado descalzo- y se desliza, perezoso, a la cocina a hacerse café.  Toma un rico baño de agua, tibia o fría, según le guste.  Si no tiene calentador, puede ser que pueda calentar en una olla un poco de agua, pues tiene una estufa y gas; el caso es que se da un rico baño y sale a vivir el día limpio y bañado. No nos olvidemos del desayuno. Usted se desayunó; quizá lo hizo bien rápido, sin apreciar los ricos aromas de un chocolate caliente ni la forma exquisita en que la sal se diluye sobre la piel de un huevo pasado por agua hirviendo. Se ha vestido con ropas modestas o lujosas, pero se ha vestido y se ha ido a trabajar, o a ido al gimnasio, o al parque, o a donde le toque.  Usted sale

¿Yo soy fea?

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Cuando tenia 13 años, recuerdo que venía junto a una de las tías que más quiero, de hacer alguna diligencia. Veníamos en transporte público, y ella me mira y me comenta, con su cara llena de risa cómica y de burla inocente: -ya se te quitó lo único que te hace bonita, el pintalabios. De inmediato me sentí desnuda.  Para la adolescente insegura que era yo, un comentario de este tipo, viniendo de alguien a quien amaba, era como recibir un sopapo sin aviso(1).  Por suerte, una madura y deja de esconderse tras el maquillaje.  Que por qué les cuento de esto, pues mi niña me ha venido haciendo una pregunta muy ingenua, pero no menos básica, al menos en este mundo donde vivimos. La ha hecho varias veces, la pregunta, a lo largo de más de un año. De mi parte obtiene la misma respuesta, pero como todo niño, vuelve y pregunta lo mismo y lo mismo: - Mami, ¿yo soy fea...? Yo sé de dónde viene la pregunta.  En su colegio, los compañeritos le dicen que es fea.  Sabía, no solo que esto ocurriría,

¡Qué diablos me importa!

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Imagen Surrealista de Silvia Grav (Vizcaia, 1993) Nada, que mi reloj dice que es hora de dormir, pero a mi mente le ha dado con gritar palabras, y entre discutir con ella o soñar que acabé en un manicomio, mejor me levanto y tomo a una de mis niñas, la HP, y empiezo a vomitar con los dedos.  Hace ratito leí algo que escribí a la tarde, y me dije: -Gnosis, si estas escribiendo lo mismo... y la misma Gnosis me responde: -¡y qué carajo te importa!, si te vuelve a salir, es porque sigue dentro... Y me digo: - pero es que antes te salió y ya lo dijiste..., ¡que si! que si antes guardaste mucho dentro, que si ahora lo das todo, que si el amor es fundacional, que si el amor es lo más importante.-  Y doy vueltas en la cama y decido no hacerme caso. ¿Cuándo me hice yo caso, en no hacerme caso?...¡nunca!.  Y me levanto y empiezo a escribir lo mismo. ¿Que si el amor me abordó nuevamente?, pues, ¡qué rayos se yo! solo se que estas ganas de darme me saturan y me dominan. Que ando que vomito ro

Amor y donación

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Amar es donación. Eso lo comprendí en forma práctica de unos años a acá. Que dicha comprensión de la cosa ocurriera junto con el nacimiento de mi niña, no es coincidencia. Si ya muchos hemos leído sobre lo incondicional del amor de madre, claro. Pero cuando pienso en el amor de pareja, el amor romántico o erótico, no me siento tan lejos de la misma idea, la de denación. Pero no estoy hablando de un despredimiento total del yo, donde dejo de ser en mí para ser en el otro; no estoy hablando tampoco de fusionarme con otro, de tal suerte que pierda mi identidad. No se trata de vaciarme y quedarme totalmente vacía de tanto darme y darme. Eso, aparte de contraproducente, sería idiota. Hablo de cuando amas de una forma, que solo procuras el bienestar del objeto de tus afectos. Cuando la felicidad de ese otro está en un plano tal, que todos tus objetivos son esa persona. No olvidemos que el génesis de todo amor es el propio, por tanto, los estadíos de un amor de este tipo, s

Nacionalismo, orgullo y la funcionalidad de un valor

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Estos conceptos, los arriba citados, han rondado mi cabeza por semanas. Creo que más. Idependientemente de la situación que se vive en mi país con el tema migratorio, me descubro sabiendo que siempre tuve cierta opinión respecto de la identidad ciudadana, una opinión muy particular y, me atrevo a decir, un poco irreverente, respecto de lo conservadora que puede ser la opinión de la gran mayoría de los ciudadanos de mi país. Me explico. Si me preguntaran si estoy orgullosa de ser dominicana, les podría decir que no. No siento tal orgullo. Y el asunto no estriba tanto en la situación que acontece en este tiempo en mi isla, no. El asunto pasa por otro lado, - a pesar de que sí siento mucha verguenza por todo lo que pasa con mis hermanos de Haití, y mis hermanos dominicanos descendientes de haitianos-. Para explicar mejor la luz de mi concepto, les comento. Si buscamos la definición de la palabra orgullo en el diccionario, tenemos dos acepciones: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación

Beso de adiós

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El leyó en sus ojos el mensaje que su corazón ya intuía.   Ella, que se había atragantado con todo lo que sentía,  había resuelto quemar las naves.   Y así lo hizo.   Pero las cenizas del ritual estaban por todas partes,  y no es mucho lo que puede callar la boca,  si la mente insiste en el grito. ©Derechos de autor Gnosis Rivera

Saldo

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Sufro. Ya no estas, ya te fuiste, pero no me importa, porque te gocé. Te gocé, como se gozan las cosas ricas e intensas. Te bebí de un solo sorbo y te vuelvo a consumir cada vez que te recuerdo. ¡No me importa!, pues te amé como solo aman los locos, los neuróticos, los desterrados y los obsesivos. Anduve cada esquina de tu cuerpo, me revelé en el pico más alto de tu anatomía y desde allí, me lancé al más escandaloso de los abismos. Hambrienta, me desbordé por tus contornos, me enjuagué la boca con el rumor de tu saliva, y saboree todos tus gritos, los finos y los sordos. ¡Sí!. Ahora lloro, pero el olor de tu obsesión empedernida se retuerce en cada espacio de mi casa, ¡sí!, te bebí, ¡sí! te derroché como si sobraras, te toqué ahí, donde nadie sospechaba que había agua, y desaté todos tus nudos, y desenvolví tu espalda. Poco me importa si el llanto me recorra la sienes, o si la cordura me abandona, despiadada. No estas, pero tu impronta se hizo