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Mostrando las entradas de marzo, 2016

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Muchos tú se me juntan tras las pestañas, en la boca del estóma g o, dentro de los labios, entre las piernas y al borde del ombligo. Llega un momento donde sencillamente estallan cientos y cientos de tú. Y estas a mi derecha y a mi izquierda, arriba y a abajo. Un tú dentro y otro fuera. Justo en este momento, tengo un tú salado en los ojos. Me da miedo llorarlo, porque se que tras ese vendrán otros más. Y resulta que no se qué hacer con tantos de ellos. Todos estos días se han aparecido reclamando recuerdo, algunos se han devuelto, resignados;  pero otros, la mayoría, son unos obstinados sin remedio e insisten en salir. Me golpean la puerta, desarman visagras, saltan muros y asaltan comunidades de sentimientos completas. Sencillamente, no se qué hacer... © Derechos de autor Gnosis Rivera​

Burbujas

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Me encontré con las manos en mi regazo. Sentada, miraba al piso y al mismo tiempo miraba a la nada. Me sorprendí con mi capacidad de siempre de ver bondad en todos los ojos, y, por causa de ello, siempre sufrir una variada cantidad de decepciones. Eché un vistazo a mis manos, habían estallado dentro de ellas un millón de burbujas que construí sola. Tú eras el millón de burbujas, y lo más curioso es que ni puedo culparte por estallar y volverte nada. No has hecho nada pues no tenias nada con qué hacer. Con la mirada fija en las manos, vi como los dedos se soltaban entre ellos y las burbujas rotas caían, mojando mis pies con escarcha plata de tonalidades ausentes.  © Derechos de autor Gnosis Rivera​

Over

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De repente empezó a eructar mariposas; la sensación le conmovió y lloraba alas rotas de mariposas. Le ardía el vientre y cientos de mariposas empezaron a salir por su vagina, y cuando quiso sentarse a asimilar lo que le ocurría, más mariposas salían de su trasero. Todo lo que había soñado, imaginado, amado y querido, se estaba escapando por cada parte de su cuerpo en miles mariposas. Así siguió hasta el día siguiente y se durmió llorando al as . Cuando despertó, algo se movía dentro de su boca. Eran orugas. © Derechos de autor Gnosis Rivera​

Manos y fuego

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Tomó su mano derecha. Observó cada uno de sus dedos, como si estuviera inspeccionando algo anhelado o nunca visto. Tocó la líneas de las palmas como si fueran a borrarse o mezclarse entre ellas. Él se dejaba hacer; se sentía curioso de todo cuando ella hacía. Lentamente, ella llevó la palma de su mano a sus labios, entreabrió la boca y deslizó la lengua por su escasa superficie. Él sintió cosquillas por semejante gesto, pero se quedó dispuesto a ver qué seguía. Ella cerró los ojos y siguió lamiendo sus manos, y luego se concentró en su dedo índice. Lo colocó por completo en su boca. Lo introdujo y sacó, como suele hacerse con una paleta de helado. Él empezó a complacerse más de lo esperado y comenzó a sentir cosquilleo en la región más íntima de sus pantalones. Ella, que era muy consciente de lo que hacía, parecía no estar pendiente de él; eran sus dedos lo que le interesaba, y así, uno por uno, los fue saboreando como fruta pulposa. Por un rato, estacionó su boca en la parte i

Dolor dulce

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Luego de todo el dolor, luego del llanto, de las noches sintiéndose miserable, vacía, sola y desdichadamente rota, ella se dio cuenta como el amor permanecía latiendo en su corazón; como ese mismo amor se manifestaba en forma de susto en la boca de su estómago y como sus labios reían solos, sin contar con ella, pues más de una vez se sorprendió sonriendo por él, sin darse cuenta. Luego de todo eso, ella comprendió que no importaba cuánto sufriera, ella lo amaría por siempre aún cuando ya dejara de dolerle. Más todavía, empezó a sentir felicidad por todo lo vivido. Era cierto, muy cierto, que lo extrañaba, que daría lo que fuera por verlo regresar. Pero sabía que ello era imposible, al menos era lo que suponía. Entonces se sintió dichosa de haberlo amado el tiempo que pudo; gozarlo todas las veces que tuvo oportunidad. Fue feliz por haberlo tenido. Cuando realizó esta idea en su mente, más aún, cuando la comprendió, el dolor empezó a menguar y le fue más fácil lidiar con su ausencia