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Mostrando las entradas de junio, 2018

Admisión

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Y en medio de mis lágrimas, amarte,  sin llegar a entender el sentido de este amor,  como si amar fuera un asunto de razón.  Y saborearme los labios para  reconocer tu sal en mis ojos.  © Gnosis Rivera.- Junio 2015 Derechos de Imagen: Photo by  Natalia Figueredo  on  Unsplash Mujer de pelo negro y ojos cerrados

Silencio

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Han llegado las horas del silencio.  Carga tu silencio y camina derecho o torcido  pero en silencio.  Siempre en silencio.  Te diré más... Un día cualquiera, lejano o no, todas tus palabras escaparán, se amotinarán y se harán a la fuga.  Despavoridas, aterradas, por grupo y separadas... pero será. Y lo harán de cualquier forma, menos de mariposas Unas serán odio, otras, ira e insultos Rechazo y repudio Ninguna será caricia, ni sonrisa Ese día, te vestirás de lo que tanto repelías, tu aliento apestará tanto como todo lo que callaste. Y lo peor, nadie estará ahí para escuchar tus enmohecidas palabras. ©Gnosis Rivera.- Derechos de imagen: Photo by  Kunj Parekh  on  Unsplash Arena y mano.

Locura

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Tengo locuras, ¡si! claro que si, pero son mías; algunas las adopté y de otras me enteré cuando llevaban tiempo ejerciendo. Luché con ellas sin saber que eran yo misma, y que yo era ellas. Ahora, hasta las defiendo, me las se de pe a pa.  Me encantan. ¡Se parecen tanto al mundo que imagino! Ellas le dan todo sentido a mi parte cuerda; mis locuras son mi equilibro.  ¿Que si te amo y daría mi vida por ti? Es mi locura.  ¿Que sé estar sin pedir nada? ...Es mi locura.  ¿Que si quieres que me aleje y lo hago  sin juzgar, no sin antes preguntar si estas seguro? Es mi locura. Ella no está para ser cambiada, combatida o censurada, está para ser gozada y disfrutada, a sus anchas, ¡SER! No puedo concebir la idea de nada noble o auténtico sin el ejercicio de la libertad, y nunca hubo más libertad que en la locura.  Entonces, no la juzgues, no la critiques; es estéril tu intento.  No me parezco a nadie, y sí, se que asusta, asusta que alguien desee sostener tu infierno solo para que desca

Es

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Es el sol en el oeste, y la luna,  eterna en el cielo. Es la gente, la sonrisa, y el calor de los labios que gritan,  a duelo, las verdades. Es la piel rugosa y escamada, por exceso de trabajo. Es el llanto, es el hambre y es la sed. Son los años, y es el tiempo.   Es ahora y es despuès. Es lo mismo, lo de siempre, es la lucha inagotable. Es la rendición del amo, del guerrero, del soldado. Es la centuria que grita, es el sistema que merma. Es el sudor de los cuellos, es el lomo muy cargado. Es el niño que, gritando, va gastando su inocencia. Es mi letra, es mi pluma,  es mi duda y mi certeza. ©Gnosis Rivera Derechos de Imagen Darrell Cassell @darrellcassell Manos, arbol y hojas

Preguntas

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Cuándo te me perdiste, cuándo dejé de mirarte. En qué momento dejamos de existirnos...  Cómo fue que quedó tan vacío algo  que antes rebosaba de nosotros.  ¡No reconozco este tiempo! mis horas no combinan con tu reloj  y yo hace años que no uso tal cosa.  Me he quedado aqui, con los encuentros aglomerados en fila, y sin brazo de distancia. No me caben más preguntas, y ya no llegan respuestas. Cuándo te me perdiste, ¡cuándo! ©Gnosis Rivera.- Derechos de Imagen Photo by Mikesh Kaos on Unsplash Café Solo

Junio

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Recuerdo cuando junio era nuestro. Ese primero de junio duró más de dos días. El recuerdo, varias semanas. Ese tiempo era tan nuestro que podíamos darnos el lujo de dormir en el silencio y aun así entender todo en nuestras miradas.  Hubo tardes en las que descubriste mis tierras no habitadas, las anduviste todas, me llenaste de cosquillas y plantaste siembra en mi ombligo. De mi parte, apr endí a tejer con tus pestañas largas hileras, entonces cerrabas tus ojos y con ellas enroscadas en mis dedos, te veía imaginar desde el centro de ellos lo que parecían ruinas, y cómo estas volvían a ser grandes obras de pueblos originarios. Terminando de tejer, veía tus lágrimas de niño; desaparecían una a una.  ¡No las cuentes!- me dijiste.  Eso hice.  Besé tus sienes y junio seguía siendo en nosotros. Una tarde, que no sabíamos era final, el sol se colaba por la ventana y amenazaba con sacarnos del cuarto. Dominaba todo. Su luz se reflejó en nuestros cuerpos desnudos y empezamos a reír.