Sola

Fui caminando, lentamente; yo no llevaba los pasos sino que ellos me llevaban a mi. A cada lado, los brazos me colgaban de los hombros, y cada uno era una extensión de mi propia pena. A lo lejos divisaba el sol y el cielo; juro que los advertía, pero mientras iba avanzando, sendas murallas de metal y concreto se iban levantando a mi paso. Me apretaban y me rozaban las sienes. Las sentía como si me salieran del pecho y del estómago, pero las veía a una discreta distancia de m i cuerpo, entonces no entendía como era eso de sentirlas eructando desde mi adentro. Ha de ser como una crónica de las soledades. Yo, igual, seguía avanzando, ya no le prestaba tanto la atención a las paredes que iban germinando a mi lado; más bien fijé mi vista en el sol que tenía delante; era un sol de lluvia, como de fuego tibio, pero era un sol, al fin y al cabo. Los soles suelen infundir confianza de que la luz está ahí, que la negrura de la noche no será eterna. Otra cosa que noté, es que...