Era la una de la madrugada. Ella se incorporó y decidió ir al baño. Había dormido un poco, pero la noche apenas empezaba. Al llegar a destino, se sentó en la taza, así nomás; no llevaba braguitas, solía dormir con lo menos posible. Mientras hacía lo suyo, saboreó perezosa su propia boca. Lo que vino después la conmovio de forma tal, que una corriente suave y caliente la recorrió desde los pies hasta la punta de los pezones. ¡Era su sabor!... el sabor de su saliva... la de él. Era como si acabara de besarlo. Como tantas veces fue. Cuando ella cayó en la cuenta de lo que estaba experimentando, se llevo la mano a la boca, a modo de sorpresa. Hacía tiempo que no lo veía, por tanto, sus labios y sus besos ya venían siendo algo como historia en su vida. Pero cierto era que lo estaba sintiendo, literalmente tenía su sabor instalado en la lengua, en la cara interna de las mejillas. ¡Cómo era posible experimentar tal sensación...! Definitivamente la mente, el cuerpo, los recuerdos, la sole...