Testamento, deudas, saldos…
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Imagen extraída de la red.- |
No sé si haya tiempo de pagar toda la deuda que cargo desde
los años que me anteceden. Hubo explicaciones que no ofrecí. Un anillo que
nunca debí devolver, otro que no debí vender, -esas deudas son para conmigo-.
Debo unas cartas; esas que escribí y no entregué. Le debo dignidad a cierto momento…pero es que
no lo reconocí.
Horas de sueño. Besos. Atrevimiento. Debo el valor de una
confesión, y también la confesión. Ignoro si hay una forma de entregar eso ahora.
Ignoro si acaso vale la pena -o la alegría- hacerlo. Hay un cúmulo de verdades
a medias y enteras, todas y cada una con su destinatario. Si no vienen a por
ellas, ahí caducarán, porque ya no dispongo de voluntad de entregarlas. A esta
hora no me sobran ganas.
Igual, me doy cuenta que la mayor deuda la tengo conmigo.
¡Caracoles! Cada vez que no debí hacer e hice, engordaba mi deuda. Y cuando
debí y no lo hice, la duplicaba.
Debo el amarte. Debí amarte. Pero no te amé. Y lo siento y
no lo siento. Lo lamento y al mismo tiempo, me alegro de, al menos, no deberte
la fuerza de la verdad que implica confesar el desamor. Siendo ese uno de los
eventos más dolorosos del existir, terminamos, tú y yo, formando caras opuestas
de una moneda.
Todavía me debo el olvido. Ese recuerdo de cuerpos, piernas
y espaldas ensartados sigue atormentando mis horas, las diurnas y las nocturnas.
Me debo la paz que otorga la indiferencia.
El sino me debe sonrisas, de soslayo, de frente y de
espalda. Ella me debe, me debe, pero ya. En esa parcela no puede hacerse nada.
Me deben ganas. ¡Sí! Las ganas también se adeudan. Me deben el
amarme –o al menos el no engañarme pretendiendo hacerlo-, me deben reclamos y
gritos. Me deben verdades. Yo nunca fui mito, y me deben la verdad.
Gnosis Rivera
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